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Acerca de la suerte de vivir en un mundo cautivante

Solana Peñ | Tucumán

Solana Peña y el arte de la copia por contacto. Por Aldo Ternavasio.

1. Agregar a la imagen la verdad que la fotografía le quita al mundo. A mi juicio, ese es uno de los desafíos centrales de la fotografía contemporánea y fundamentalmente, de la fotografía que practica Solana Peña. Creo que esa práctica consiste en pensar la fotografía no como un acto de captura, sino como uno de reparación. Pero si hay algo que reparar en la imagen es porque algo ha sido dañado. Ese algo es la verdad. ¿Y por qué la fotografía podría quitarle al mundo la verdad y dañarla? Porque la verdad está en el mundo, sin dudas, pero no es parte de él. El cuerpo reducido a lo abyecto siempre es el cuerpo de algo, porque la abyección borra cualquier rastro de lo que en ese cuerpo podríamos haber reconocido como alguien. Se podría decir que la abyección hace del cuerpo de alguien, algo. Algo, es decir, una pura presencia en el mundo sin ninguna otra propiedad que ese simple estar presente.
Ser parte del mundo y de nada más que del mundo. ¿Y las fotografías de esa abyección? Y las fotografías de esa abyección capturan a los cuerpos en el mundo. Los hacen sus cautivos. Los capturan impasiblemente con la pureza simple y mecánica de lo que no puede ser algo más que parte de él. Doble abyección, los cuerpos arrojados al mundo, los cuerpos capturados en él. Se le suele llamar a esto, dar testimonio.
Pero la verdad fotográfica no reside en su naturaleza documental. La fotografía cautivada por la abyección es la mentira del mundo. La imagen, su verdad. En la fotografía entendida como un arte, la imagen separa al mundo de su abyección. El arte fotográfico, al menos en la contemporaneidad, consiste en producir una imagen con una fotografía. Pero una imagen que no quede cautiva del mundo. Una imagen que repara la distancia entre lo que es el cuerpo y lo que éste ya no es. De lo contrario, la fotografía reproduce el mundo sin separarse de él.
Esto es doblemente necesario porque el mundo también está repleto de imágenes. Y el mundo se llena de imágenes, se diría, de la misma manera que un campo de batalla se llena de cuerpos. Las imágenes son cuerpos arrojados al mundo por las batallas culturales. Batallas también del campo artístico. El arte hace que esas imágenes se separen del mundo. El arte, claro, que no queda cautivo de las imágenes. Porque las imágenes son a las artes visuales lo que los cuerpos del mundo al arte fotográfico. Esto no concierne sólo a un estado de las artes o de la fotografía, sino a un estado general de la mirada en la actualidad.

2. Las fotografías documentales son reales, las imágenes artísticas, verdaderas. El arte fotográfico tal como lo practica Solana Peña no revela la verdad, sino que le reserva un lugar. Y se trata de eso, de poner en reserva. En las fotografías falta algo, en las imágenes falta alguien. La separación entre unas y otras, es obra de Solana Peña. Poner en reserva podría ser una de las claves de la poética de Peña. Su obra no es un grupo de imágenes, sino una imagen, la imagen del trabajo de labranza de ese grupo y del trabajo de reparación implícito en esa labranza. Pero su operación poética es también una operación técnica y como tal, es una operación que demanda tiempo. Pero no cualquier tiempo, es el tiempo de un trabajo, es decir, el tiempo de su cuerpo sosteniendo un esfuerzo. La imagen resultante es el documento de ese esfuerzo. Del esfuerzo, sostenido a lo largo del tiempo, dedicado a tomar bajo su responsabilidad el laborioso cuidado de una reserva en la que lo verdadero quedaría a salvo de lo real. La estrategia estética de Solana Peña consiste en presentarnos, en un universo de una fragilidad extrema, algo que podría pasar completamente inadvertido.
Algo que podría ser una imagen pero que quizá aún no lo es. Sí, es eso. Imágenes de algo, imágenes que buscan la mirada del espectador para convertirse en imágenes de alguien. No son imágenes cautivantes, es cierto. Pero a la vez ¬–y aquí está el gesto decisivo de la obra de Peña–, no sacrifica la promesa de que lo puedan llegar a ser.
Retiene lo cautivante, pero lo retiene incompleto: sólo resta querer verlo. Es la parte del trabajo de la belleza que el arte contemporáneo le reserva al espectador. Si la mirada nos ofrece una copia del algo del mundo, es por contacto con alguien que no quedamos cautivos de su imagen. Solana Peña, como una suerte de imperceptible Antígona digital, hizo de la fotografía el arte de engañar al Rey para honrar, mientras lo engaña, a aquellos extraños a quienes quiere reconocer como sus hermanos. A eso le llama Copia por contacto.