"No intentes esconder un defecto, exagéralo. Hazlo tan grande que al final nadie pueda verlo".
Jarvis Cocker.
Perfectamente este proyecto podría también llamarse monstruos extraordinarios, o simplemente: monstruos. Gracias a los romanos, entendemos que el correspondiente verbo de monstrum es monstro, es decir: mostrar, advertir, dar a entender. Un monstruo era un hecho prodigioso, una intervención de los dioses en hechos naturales, donde nos demuestran una advertencia.
¿Y qué sería entonces un monstruo grotesco? Un monstruo que nos permite mirar con nuevos ojos el universo, de ésta forma comprender hasta que punto todo lo existente es relativo y darnos la posibilidad de conocer o de enfrentarse a una posibilidad de un orden distinto.
Todos estos monstruos o seres extraordinarios como bellamente se les llama, representan una porción de infierno o cielo alojada dentro de cada uno de nosotros.
¿No tememos acaso a aquello que es diferente? ¿No tememos al hecho de no estar cortados por la misma tijera si se nos hizo a "imagen y semejanza"? ¿No queremos estar siempre mirándonos a un espejo cuál Narciso, y sin duda encontrarnos bellos?
Creo que el cuerpo es precario y provisorio, siempre a punto de ser terminado. Una máquina en constante construcción dispuesto siempre frente a una mirada que constantemente nombra y adjetiva, una mirada "que impone lástima en defensa propia" -como diría Mauricio Ortiz, que busca aprobaciones dentro de categorías absurdas de lo "normal" o "anormal" que finalmente es impuesta por una sociedad que suele hacer juicios "morales" sobre aquello que no cumple con la "norma".
Finalmente, las cosas más allá de ser bellas o monstruosas, primeramente son y existen por si solas, suficiente importancia ya se tiene con pertenecer al acontecer del mundo.
Éstas fotografías de monstruos o seres extraordinarios encontrados en largas caminatas por la ciudad, pretenden ser una especie de espejos -esos mismos del reverendo Charles Dogson con Alice in Wonderland- donde el espectador se pueda zambullir en un mundo totalmente disléxico para el mismo, un mundo al revés donde el omitido es el importante, un mundo en que al final del reflejo sean el mismo.
Un mundo donde la pregunta sea ¿será posible no amar a los monstruos?
No somos una raza superior, somos una raza donde todas nuestras partes están a disposición del mundo, y por esas partes se entra o se emerge al cuerpo, a este cuerpo en constante creación.
¿No son acaso más peligrosos esos monstruos que salen de nosotros mismos? ¿No somos acaso todos nosotros alguna clase de fenómeno?
Un monstruo es entonces, algo que está en contra del orden regular de la naturaleza, se refiere a algo o alguien extraordinario en cualquier línea o bien, a una persona con cualidades extraordinarios para desempeñarse en alguna actividad.
Es muy simple: Una belleza fuera del orden ordinario.
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