Parecen seres fantasmales deambulando por los pasillos de la cartuja San José, con su atuendo blanco rematado por una capucha se recortan en la oscuridad y el silencio absoluto que los vuelve aun más misteriosos. Los cartujos habitan el monasterio más estricto del país. Tras sus muros ven pasar los días sin emitir palabra, entre ayunos, misas y sobrecogedores cantos gregorianos que entonan en la espesa penumbra de la madrugada.
Paisajes de Fe Un ensayo de Eduardo Longoni Quizá Dios sea la esencia extrema del espíritu, tal como algunos dicen. O tal vez un animal salvaje, minúsculo y aún inexplorado por la ciencia, que habita en algún lugar del cerebro de los hombres. A lo mejor nuestro deseo de más allá está impreso en nuestros genes desde aquel primer pez que optó por ser reptil, en el Silúrico. O surgió después, con nuestro ancestro más antiguo que se detuvo aterrado frente a la aparición de su primer pensamiento, durante el Pleistoceno. Quién sabe... Lo cierto es que la idea de Dios ha ocupado siempre un sitio primordial en la vida de los hombres.
Algunos sostendrán que la Fe es una forma de huida y, otros, el mejor modo de acercarse a una visión posible, aunque rudimentaria, de lo intangible. Por eso, no es extraño que los gestos humanos que rodean a las religiones sean un reflejo de las profundidades insondables del amor desbocado, de las desesperaciones más recónditas del alma y de los anhelos más explosivos del pensamiento. Eduardo Longoni ha construido, en este ensayo, un mapa detallado de estos gestos.
Y con una herramienta tan íntimamente ligada al mundo, como es la fotografía, parece haber conseguido un cierto retrato de Dios. No es casual que sea un periodista gráfico, acostumbrado a disparar la cámara antes que el tiempo haya huido, quien haya obtenido el registro más exacto de un ser tan esquivo. En la sencillez de cada una de sus imágenes parece estar el secreto. El silencio que transmiten sus fotografías modela la presencia de ese ser invisible. Un pájaro misterioso que cada tanto desciende hasta los sueños de los hombres y agita su cola dentro de nuestra boca absorta, o sobre nuestros ojos dormidos, para revelarnos su entidad de espíritu, de esencia, o de gen, como se quiera. Un ave escurridiza de la cual, Eduardo Longoni, retrató su lado más humano.
Marcos Zimmermann.
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