Fotografiar una fiesta patronal es enfocarse en la interpretación de la inevitable osmosis que se suscita con la otredad; este trabajo fotográfico revela la participación de la cámara con los pobladores en busca del “ethos” que emanan los rituales religiosos ancestrales.
En la Sierra Norte de Puebla, México, comunidades indígenas como Yohualichan, Tzinacapan y Tzicuilan organizan cada año de manera excelsa la gran fiesta comunitaria ofrendada a su máxima autoridad de la iglesia: su santo patrono. Son sus santas y sus santos los que convocan un espíritu invencible de unidad. Tras la imposición religiosa que ejercieron los españoles en América, en 1555, durante el periodo de Carlos V y Doña Juana, se dio la orden de “conservar las costumbres de los indios”, siempre y cuando no estuvieran en contradicción con la “sagrada religión católica”. Hoy en día los grupos de las iglesias en las comunidades deciden y mantienen una organización autónoma a las autoridades auxiliares y municipales.
Durante las fiestas patronales de la Sierra Norte de Puebla se bailan alrededor de 7 danzas diversas, todas acompañadas por músicos y mayordomos quienes recorren el pueblo con ceras, flores, cuetes, copal y plantas de la región para adornar la iglesia, los altares y el profundo sentido de respeto por la devoción en movimiento. Esta serie permite desvelar de manera diversa conceptos, formas, ambientes, músicas y ritualidades desde el ejemplar vertebrado comunitario que sostienen los pueblos indígenas visibilizándonos no sólo como una tradición sino como una invencible unidad de lo sagrado en lo comunitario.
En Procesión, el ritual de caminar juntos, se puede observar esta celebración subrayada por el movimiento y la devoción. Participamos del gesto de caminar juntos como una necesidad primaria de esa colectividad con la que el grupo adquiere consistencia.
Estas gráficas son un signo válido para significar la historia de la comunidad y el respeto que a ella le debemos. Elvia Chaparro/ Marzo 2014
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