Ficciones Anacrónicas, de Pablo Bielli, es una sucesión de napas visuales y poéticas que nos obliga a penetrar un universo múltiple y profundo. El soporte fundamental es la fotografía. Esta es intervenida por pinturas, tintas, esgrafiado, collage, provocando que la muestra exceda lo fotográfico y se proyecte hacia la conformación de otro lenguaje. Un poderoso lenguaje de mancha o de trazo que nos permite, por momentos, intuir una escritura pictográfica. La incorporación de materiales plásticos no solo propicia atmósferas y nuevas automatizaciones de la foto, sino que es aplicada como intervención, blindaje u ocultamiento de zonas de la fotografía.
Hay un juego constante de mostrar y ocultar, que otorga una labilidad casi lúdica. Introducirnos a través de las napas de la obra implica hacer lecturas con evocaciones teatrales, narrativas, pictóricas o cinematográficas. Raymond Depardon concebía el título del film primero y luego desarrollaba la idea de la película, comenta Pablo Bielli, y evocada esta metodología, a partir de pocas imágenes, estructura sus historias. El contexto espacio-temporal que trabaja puede ser ríspido, texturado, agitado, habitado por múltiples historias; o pulcro, de diseño sofisticado, pisos acuáticos. Espacios que contienen historias de naufragios espirituales de personajes sin nombre.
El diálogo no es entre personajes, el diálogo es entre el personaje y el entorno. Esto nos conduce hacia un silencio absoluto. La palabra es inaudible; nuestro paisaje sonoro es inaudible también, pero evoca pisadas en el pasto, cantos de pájaros, explosiones, lejanos parlantes anunciando un vuelo, el ruido del estanque con sus detalles mínimos, tanto como la preciosidad del vestuario, con sus puntillas, sus encajes, sus satinados y aterciopeladas superficies.
Esta colección de fotos, que nos habilita a traspasar los estratos de variadas lecturas, nos deja constantemente el sabor de la soledad, del momento del distanciamiento de la alteridad, en que extemporáneos protagonistas se eternizan a la espera de ser salvados o de reencontrarse con su propia interioridad. Los bosques albergan historias de extravío y muerte: la imponente soledad del consumidor de pornografía o el suicidio ígneo de un nazi alternan con bosques que rozan la fábula o lo bucólico. Pablo Bielli considera en sus reflexiones que desde la soledad se aporta, partiendo de un lugar más creativo, y se contrapone al conglomerado como sustituto a la angustia. Una lectura potente del aislamiento como habilitador del hacer.
Enrique Badaró Nadal.
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