En el año 1980, en plena dictadura militar, mis papás volvieron a la Argentina del exilio en México con la contraofensiva montonera. Yo tenía dos años y vine con ellos. Vivimos en la clandestinidad hasta que fueron detenidos. Pasaron cuatro años, ellos en la cárcel y yo con mis abuelos.
Empecé el jardín. “Presos por razones pulíticas” aprendí a decir. Lidiaba con una cotidianeidad enrarecida, con un desajuste de las cosas que volvía extraño todo lo familiar: mi perro, los uniformes azules de los días de visita, la hora de la siesta, el viento de Rawson, los choclos con manteca y arena que comía en la playa, las requisas, la noche.
Saqué estas fotos detenida en los bordes del hábito e intuyendo, como en ese entonces, lo invisible en la envoltura de las cosas.
Ver en ISSUU
Contacto