Donde el continente comienza a desmembrarse en una angosta faja rodeada de islas, esteros y canales, se encuentra el archipiélago Kallfüko (Kallfü = azul / Ko = agua), llamado de esta forma por los huilliches de la zona y posteriormente renombrado Calbuco por los conquistadores españoles hace más de 400 años. Un territorio diverso que denota confluencias étnicas y culturales, en que se entrelazan prácticas modernas con ritos, cosmovisiones y costumbres ancestrales que resisten, pese a todo, la homogeneizante globalización.
Estas formas de habitar son capturadas por Luis Navarro entre 2003 y 2005, al volver al lugar que fue su hogar durante su infancia y juventud. Un recorrido que no estriba en la aprehensión directa y exacta de la realidad, sino en el sentir de su pulsación íntima y personal. Se manifiesta, de este modo, un vínculo concreto con lo fotografiado como si narrara visualmente parte de su propia historia.
Este carácter autobiográfico testimonia la identidad y la memoria que subyace en el re-conocimiento de estos lugares y situaciones que van desde la procesión de embarcaciones por la festividad de San Pedro y San Pablo, la devoción de la comunidad a la Virgen de la Candelaria y a San Miguel Arcángel, Santo Patrono de Calbuco, hasta la faena de los pescadores artesanales, las labores agrícolas y madereras, la crianza de ganado, las celebraciones del fin de semana e incluso las actividades diarias que articulan el cotidiano de sus habitantes. Es así como, Luis Navarro coloca el acento en los rostros y cuerpos que se apropian de cada uno de estos espacio y los cargan de significado.
En contraposición a las fotografías, nos encontramos con la pieza audiovisual Alunco (reflejo en el agua) que da cuenta de un paisaje transformado en el que se presenta una alta densidad de centros de cultivos reflejo del avance de la industria acuicultura y la consecuente contaminación y deterioro del ecosistema que, a su vez, trae consigo la paulatina desvinculación de la población sobre sus prácticas históricas y culturales como también una creciente migración rural-urbana.
En este sentido, Luis Navarro problematiza la crisis que vive este territorio, develando por medio de estas obras un profundo sentido político que reverbera en los gestos y en la relación que persiste entre los habitantes de Calbuco y un entorno que, pese a todo, aún les pertenece.
Soledad Aguirre Evangelista/Curadora.
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