A veces pertenecemos a lugares inesperados, donde no te tocó nacer pero algo te llevó ahí. Mis 180 días en Montevideo intentan reflejar a esta ciudad donde los segundos pasean tranquilos en la rambla, tomando mate y viendo los atardeceres más bonitos.
Aquel lugar detenido en el tiempo, tierra de candombe, festivos asados, orgullosos chivitos, lluvia y sol en el verano, playas aturdidas, cumbias que acompañan las noches de boliche, fútbol hasta en la mínima esquina, milonga partiendo plaza y ta. Un oasis necesario en medio de este caótico mundo.
Citando a Drexler: “El mar que me trajo hasta aquí, el puerto en que habré de zarpar, un día pensando en volver, un día volviendo a escapar, un día cualquiera me iré dejando su lágrima atrás. La pena que me haga partir, la misma me hará regresar”.
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