Ubicado en un pequeño callejón del distrito 10 en la ciudad de París, el último bastión del cine porno vintage está a punto de cerrar su telón de acero para siempre. Este lugar tan emblemático, es visitado principalmente por sexagenarios, pero también por algunos jóvenes curiosos que vienen a descubrir las formas femeninas de otra época. Otros acuden al placer en forma mas directa y sin tapujos, protegidos en la intimidad de la penumbra. En este claustro tan particular, el tiempo fluye lentamente, así como las películas que allí se proyectan, ininterrumpidamente dia tras dia. Los códigos del erotismo de aquella época, eran muy distintos a los actuales.
Todo parecía mas real, con diálogos, sin silicona y con los pelos en donde normalmente suelen estar. La llegada de internet, streaming y las aplicaciones de encuentros, han cambiado completamente nuestro modo de consumo de placer. El propietario de esta mítica sala cine, Maurice Laroche, testimonia de las consecuencias que estas nuevas tecnologías, han provocado en su negocio. A finales de la década de los 70’, París contaba con unas 40 salas catalogadas como cine X. Diez años más tarde, solo quedaban unas 20 salas entre la Plaza de la República y La Opera. En aquel momento, 1 película de cada 3 era erótica o pornográfica. La época dorada del Beverley ha quedado amarrada en el pasado.
Esos buenos viejos momentos fueron alejandose cada vez mas, desde que el cine digital, progresivamente fue remplazando por completo las películas tradicionales en 35 mm. Hoy en dia, el Beverley apenas sobrevive con tan solo 600 clientes por semana, contra 1600 hace 20 años atrás. Sin embargo, en el instante que el letrero de neón se ilumina, unas pocas docenas de clientes se impacientan por penetrar en la oscuridad de este cine, que tanto les ha dado.
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